viernes, 5 de diciembre de 2008

Yo también soy puta: el acoso policial a las profesionales del sexo


© Oscar Martínez. Todos los derechos reservados sobre la fotografía y el texto

De un tiempo a esta parte los que frecuentamos, por una u otra razón, el barrio barcelonés del Raval sabemos que las cosas están cambiando en este emblemático rincón de nuestra ciudad, lugar que tradicionalmente ha sido respecto a la Barcelona burguesa y respetable un sinónimo de transgresión, alteralidad y marginación. Digo que las cosas están cambiando porque los que viven más arriba de la plaza Catalunya hace tiempo que pusieron sus ojos codiciosos en este otrora "paraíso" de la prostitución y el travestismo llamado con el menos políticamente correcto nombre de "Barrio Chino". Resulta paradójico que lo que hace del Raval un lugar con encanto, incluso turístico (1), sea precisamente lo que más molesta tanto a los planificadores urbanos como a los especuladores. Dos calles se reparten básicamente el papel de "malos de la película": la calle Robador y la calle Sant Ramon. Ambas son el lugar de trabajo habitual de las mujeres que ejercen como mejor saben el oficio más antiguo del mundo (perdonen el topicazo, no me he podido resistir). Y ambas calles son también el escenario de la lucha a muerte entablada entre sendas concepciones radicalmente contrarias de lo que ha de ser Barcelona. Por un lado, tenemos la Barcelona "pija", la que inauguró Maragall con los Juegos Olímpicos, allá por el año 92 (¿se acuerdan?). Es la Barcelona que tanto gusta a los turistas europeos que son atraídos por Gaudí, las Ramblas y la paella, no necesariamente en este orden. Es la ciudad que basa su modelo de crecimiento en la destrucción de patrimonio inmobiliario con el fin de incrementar tanto la oferta hotelera como un suelo urbanizable siempre insuficiente para los constructores. Por otro lado tenemos la Barcelona de las y los inmigrantes sin papeles, de los abuelos y abuelas que subsisten como pueden con una pensión no contributiva de 300 euros al mes y de los yonquis y prostitutas que tanto trabajo dan a la Guardia Urbana y a los Mossos d'Esquadra porque ocupan un espacio público que no deberían ocupar según los estándares del buen gusto. En medio de todo esto existen algunas personas que intentan ponerse del lado del débil, aunque, por desgracia, son pocos, pero no cobardes. Es el caso de Genera, una organización afincada en el Raval que lucha por la equiparación de derechos justo donde a muchos más les duele: a favor de las mujeres que -por hache o por be- se dedican a la prostitución. Ésas, a las que todo el mundo señala con el dedo y por las que muy poca gente da la cara lo tienen cada vez más claro. Si quieren de verdad subsistir en esta ciudad de lobos acorralando a corderos, es hora de organizarse y luchar, porque si no, nadie lo hará por ellas. Tienen frente a sí a todas las fuerzas que el Mal despliega por estas latitudes: la policía que las insulta, las maltrata de verbo y de guantazo que te crío, las multa y las humilla. Son con los que tienen que lidiar cada día. Pero justo detrás están los políticos que promulgaron la clasista "ordenanza cívica" (2), que castiga a los pobres y a los desposeídos, justo por su pobreza y su desposesión. Y detrás de los políticos sinvergüenzas que ocupan cargos y prometen mucho pero no hacen nada (por los demás, quiero decir), están los de siempre: los señores del mundo, los que realmente mandan. Sí, ésos que ustedes ya están imaginando con sus relojes Rollex y su yate anclado en el Moll de la Fusta.

Que la "ordenanza cívica" redactada por el gobierno municipal hace tres años va en contra de los colectivos sociales más desprotegidos y vulnerables queda claro a poco que leamos su contenido. Por ejemplo, en lo que respecta a aquellos que practican la mendicidad para subsistir dice pretender:

"fer front especialment a la mendicitat organitzada, a la mendicitat injerent o agressiva o a aquelles manifestacions de mendicitat, directa o encoberta, que generen rebuig o incomoden i pertorben la tranquil·litat del vianant." ("hacer frente especialmente a la mendicidad organizada, a la mendicidad injerente o agresiva o a aquellas manifestaciones de mendicidad, directa o encubierta, que generan rechazo o incomodan y perturban la tranquilidad del viandante", exposición de motivos.)

La citada ordenanza pretende regular el espacio público a base de castigar a aquellos o aquellas que -bajo el punto de vista de los que la redactaron- lo utilizan de manera ilícita o perjudican la convivencia. Pero detrás de estos argumentos que cualquier persona con sentido común aceptaría a priori como razonables hay el oscuro deseo de restringir el uso libre del espacio público a aquellos sectores sociales que -no por casualidad- son los más desfavorecidos, los cuales son retratados por algunos medios y por algunos políticos como una amenaza y un peligro social y, por ende, deben ser marcados y apartados como si tuvieran la peste. Se trata, en el fondo, de la misma filosofía que impregnaba la vieja ley de vagos y maleantes franquista, pero con un lenguaje distinto, más acorde a los tiempos que corren, lleno a rebosar de conceptos al uso como tolerancia, solidaridad y civismo. Sin embargo, tal empleo del lenguaje políticamente correcto no oculta que la prostitución o la mendicidad son calificadas por los tecnócratas como problemas y, en cambio, no sucede lo mismo con las causas que las provocan, lo cual no tiene nada de progresista. Sin duda, que esto corresponde más a la forma de pensar de las clases acomodadas, para las cuales no es necesario recurrir a tales actividades para ganarse el pan y no pueden, o no quieren ver, que son fundamentales para ciertas personas. En lo que se refiere al ejercicio de la prostitución en la calle, por ejemplo, la ordenanza busca:

"preservar els usuaris de les vies públiques de la immersió obligada en un context visual de comerç i explotació sexual, especialment d’aquells més vulnerables, com són sens dubte els menors." ("preservar a los usuarios de las vías públicas de la inmersión obligada en un contexto visual de comercio y explotación sexual, especialmente de aquellos más vulnerables, como son sin duda los menores.", exposición de motivos)

De lo que se trata, si dejamos a un lado el lenguaje retórico ("inmersión obligada en un contexto visual..."), no es de combatir la explotación sexual de las mujeres a cargo de proxenetas o de mafias, sino de "eliminar" el problema simplemente ocultándolo a los ojos del público, es decir: expulsando a las prostitutas de la vía pública porque hacen feo. Aunque la ordenanza no lo dice expresamente, en la práctica prohíbe el ejercicio de esta actividad en la calle: "es prohibeix oferir, sol·licitar, negociar o acceptar, directament o indirectament, serveis sexuals retribuïts a l’espai públic quan aquestes pràctiques excloguin o limitin la compatibilitat dels diferents usos de l'espai públic." ("se prohíbe ofrecer, solicitar, negociar o aceptar, directa o indirectamente, servicios sexuales retribuidos en el espacio público cuando estas prácticas excluyan o limiten la compatibilidad de los diferentes usos del espacio público", título II, artículo 39). El texto no aclara qué tipo de usos del espacio público son incompatibles con el trabajo de las prostitutas, dejando a discreción de las autoridades municipales decidir cuando la prostitución es o no compatible con cualquier otro uso de la vía pública, lo que equivale a su prohibición de facto en cualquier momento que ellos decidan.

Volviendo al tema central de este artículo, las trabajadoras sexuales del Raval están empezando a organizarse y a resistir contra estas políticas municipales de intolerancia disfrazada de tolerancia y progresismo, sobre todo cuando ven que les están comiendo el terreno cada vez más desde que se empezó a construir, justo en el corazón del Raval, un hotel de cinco estrellas. La situación de las dos calles citadas, que flanquean tanto el hotel como la futura filmoteca, hace necesario crear un pasillo que permita comunicar libremente el puerto y los cruceros cargados de turistas con este barrio tan pintoresco, al que esperan convertir en una especie de Soho barcelonés. ¿Es casualidad -si no- que justo después de la inauguración del hotelito de marras se incrementase visiblemente la presencia policial y las denuncias de abusos por sus actuaciones? No hay nada casual en ello. Los inmigrantes sin papeles, los toxicómanos y los pequeños delincuentes también sufren el acoso diario de la policía (como en la foto de arriba, donde un guardia urbano de paisano inmoviliza de malos modos a una toxicómana en la calle Hospital), que aprovecha su poder y ascendencia para robarles móviles, dinero, etc., con la excusa de que es material robado, o para agredirles bajo el paraguas de la impunidad (hace cuatro meses que ayudé a denunciar un caso de agresiones cometidas en plena calle por parte de la Guardia urbana a un inmigrante sin papeles y aún estamos esperando que se celebre el juicio). Las multas por infringir la "ordenanza cívica" son también una forma de castigo social. Si eres toxicómano y dependes de un centro de asistencia como Àmbit (3) o CECAS para sobrevivir no puedes pagar una multa de 200 o 300 euros por beber (artículo 46), escupir (artículo 43) o dormir en la calle (artículo 58), así que al final, vas a parar a la cárcel durante quince o veinte días por algo que a la mayoría de nosotros nos parece completamente normal hacer en nuestra vida cotidiana.

Ante este incremento del grado de persecución, las trabajadoras del sexo decidieron movilizarse y, con ayuda de Genera, organizaron dos protestas en la calle. La primera manifestación incidió especialmente sobre el carácter de género de la violencia ejercida por la policía sobre las mujeres, por eso éstas se dirigieron a la sede del ICD (Institut Català de les Dones), con el fin de recabar apoyos por parte del movimiento feminista. La segunda demostración tuvo más tiempo que la primera para conseguir los permisos necesarios, consiguiendo llegar al centro mismo del poder municipal. Eso fue el pasado 3 de diciembre. La manifestación salió de la calle Sant Ramon y se dirigió, tras cruzar las Ramblas, a la plaza de Sant Jaume, donde se leyó el manifiesto. Diversas organizaciones feministas y contra la especulación inmobiliaria dieron su apoyo a las manifestantes, las cuales pedían que cesara el acoso policial y las multas injustificadas, bajo lemas como "375 euros por pasear, por salir a comprar, por bajar la basura... por vivir en nuestro barrio", "la trata no se combate con multas", o "como trabajadora sexual, no molesto a nadie". El objetivo ahora es pactar una reunión con los responsables municipales -incluyendo al alcalde-, para abrir por fin una vía de diálogo y negociar una solución al conflicto planteado, reunión que a fecha de la publicación de este artículo aún no ha sucedido, porque todavía se está esperando una respuesta institucional.

Para finalizar he incluido una grabación de lo que sucedió ese día, en la que encontrán algunas de las consignas que se corearon, la lectura del manifiesto y entrevistas a personas de diferentes colectivos que participaron en el acto de protesta, así como a las mismas protagonistas. Este testimonio directo será mucho más fiel a la realidad que cualquier otra cosa que yo pueda añadir. Les recomiendo escucharlo porque es la voz de la calle.

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Notas:

1. El Raval. Uno de los barrios más castizos y originales de Barcelona. http://www.deviajes.es/viaje_a/BARCELONA_3.html.

2. Projecte d'ordenança de mesures per fomentar i garantir la convivència ciutadana a la ciutat de Barcelona. 9 de noviembre de 2005. http://www.bcn.es/conselldeciutat/pdf/plenari_22novembre_projecte_ordenanca.pdf.

3. Àmbit prevenció Barcelona. http://www.ambitprevencio.org/main.aspx?idioma=cat.

2 comentarios:

Àlex Muñoz dijo...

Hola Oscar,
es buenisimo este articulo y el audio impagable; que bueno que haya alguien como tu haciendo estas cosas tan necesarias en el Raval. Felicidades compa.
Alex

Oscar Martínez dijo...

Gracias, Alex, por tu apoyo. La verdad es que uno necesita de tanto en tanto cosas como ésta.